martes, 31 de enero de 2012

Sí quiero ser senadora


Mi interés en mi país, mi compromiso por que en México pasen las cosas, está por encima del interés que pueda tener en mi propia carrera pública. No quiero ir al Senado a hacer cálculos políticos, ni sumas a mi cuenta con el dinero del pueblo. Voy a ser una senadora diferente porque con mis actitudes buscaré, de manera permanente, que la gente llegue al Senado y que los senadores acorten distancia con el pueblo. 
 
Hoy veo a los legisladores de la Cámara Alta tan distantes como a aquellos del Senado Romano: desconectados de la prole: de la gente, gozando en el confort de su estatus. Quiero abrir el Senado a los ciudadanos, que los senadores escuchen las voces que disienten, a los mexicanos que no están de acuerdo con muchas cosas que están pasando. Como pueblo, yo sé que necesitamos senadores sensibles. De entrada, escucharé a esos manifestantes que llegan a exponer demandas legítimas, como quienes peleaban sus pensiones, como quienes vienen de Tabasco a exigir que se liberen recursos, porque en su día yo salí a pedir la reforma política. Tener a las personas ahí paradas, mojándose, sintiendo frío demuestra una profunda insensibilidad que como senadora simplemente no me permitiré, porque la gente debe entrar al Senado por la puerta grande. 
 
A los senadores, el pueblo de México les paga un salario y muchas prestaciones que están por encima de las que la ley exige. Por ejemplo, en el 2011, cada uno gozó de un seguro de gastos médicos mayores y cobró un aguinaldo de 40 días. Yo que camino tantas comunidades, puedo dar algunos ejemplos de por qué estas prerrogativas lastiman tanto a los mexicanos: ahorita hay una señora enferma que no tiene 23 mil pesos para la diálisis de su hijo con insuficiencia renal, de repente me encuentro una familia que tiene un niño que necesita un clavo porque se fracturó, y en el hospital le hacen la operación pero no le ponen el clavo, y como éstas, hay una gran cantidad de necesidades que tienen mexicanos sin seguro de gastos médicos. Como senadora, no aceptaré privilegios ofensivos para la gente. Yo hoy pago mi seguro de gastos médicos mayores de mis recursos, ¿por qué llegando al Senado me lo va a pagar el pueblo de México? No voy a aceptar que los mexicanos me paguen ese seguro, ni más de 500 mil pesos en diciembre. Quiero ir al Senado a romper ese tipo de cosas, a levantar la voz para que no las aceptemos, a negarme a que los senadores se alejen de la realidad del pueblo a través de privilegios que les paga el pueblo.

miércoles, 18 de enero de 2012

OPINIÓN: El tarahumara no acepta limosnas, pide ayuda

Los tarahumaras no se resisten a que se les brinde respaldo, pero aspiran a salir adelante por sus propios medios
Por Xóchitl Gálvez
Martes, 17 de enero de 2012 a las 20:17 
Los tarahumaras enfrentan problemáticas que complican su calidad de vida en la sierra de Chihuahua (EFE/Archivo).
(CNNMéxico) — Muchas veces, al mundo urbano, acostumbrado a una economía individual, le parece inconcebible que haya indígenas que prefieran vivir en la montaña, y no necesariamente bajar a ciudades o pueblos.
Tal es el caso de los rarámuris -así se reconocen a sí mismos los indígenas que viven en la Sierra Tarahamura, en Chihuahua-, quienes sólo acuden a la zona urbana de municipios o poblados como Guachochi, Norogachi o Basaseachi para que sus hijos vayan a la escuela, o en caso de emergencia, acudir a un albergue. En su concepción de vida se cuenta el hecho de vivir en el aislamiento.
A los tarahumaras -se les suele llamar de esta manera en referencia a la región que habitan- no les gusta si un vecino se acerca mucho a su casa y construye a un lado. Prefieren hacer una casa más lejos porque para ellos la riqueza espiritual radica en preservar el contacto con la naturaleza.
En efecto, esta condición de aislamiento complica la posibilidad de que reciban ayuda por parte de las dependencias gubernamentales.
Para ellos es muy importante tener maíz, pero no sólo para comer, sino también para sus ceremonias, para sus dioses, para sus ritos, y les gusta sembrarlo y cosecharlo.
El rarámuri comparte lo que tiene, y cuando no tiene, baja a las ciudades a pedir korima —ayuda o apoyo—, y eso tiene que ver con una visión de "yo ayudo, tú ayúdame", no es una visión de pedir limosna, sino de pedir que se comparta con él, porque está pasando un momento difícil.
El rarámuri no se suicida, no va a recurrir a eso —versiones de suicidios en la Sierra Tarahumara a causa de la hambruna y las heladas fueron difundidas pero el gobierno de Chihuahua las desmintió—, pero lo que sí es cierto es que hay hambre producto de la sequía, una sequía que tiene que ver con la deforestación histórica, mínimo de hace 100 años.
El gobierno ha sido incapaz de detener a los talamontes y a los caciques, en contubernio con los propios gobiernos locales, en su gran mayoría, y con uno que otro que les da permisos forestales.
Esta situación la ha venido a agravar el hecho de que la lluvia sea cada vez más escasa. No sé como José Luis Luege Tamargo, director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) dice que no hay sequía cuando, personas como yo, que vamos a la sierra, nos encontramos con gente que te dice: “es que no ha llovido, este año no levanté maíz”. 
Cuando siembran, los rarámuris no levantan ocho toneladas por hectárea, levantan 400 o 500 kilos, es una agricultura muy endeble. Por tanto, si ni siquiera levantan ese maíz, entonces sí que se registra una situación muy grave en la sierra.
Tenemos que entender que el tarahumara tiene otra concepción de la vida. Él no quiere vivir del korima, quiere que se recuperen sus bosques, que vuelva a llover, que vuelva a tener tierras factibles para el desarrollo.
Quizá las nuevas generaciones van a ser más urbanas, van a aceptar un tipo de empleo diferente, pero sus padres, sus abuelos, difícilmente van a querer dejar la sierra
El día que en este país nos podamos ver todos como iguales en la diversidad, es cuando vamos a poder construir un país mucho más justo y solidario. Eso es lo que quieren los rarámuris, así es como quieren vivir.